Monseñor Óscar Arnulfo Romero vivió sus dos últimos años en una modesta casa ubicada en la entrada del hospital oncológico dedicado a la Divina Providencia, en San Salvador. Esa casa fue construida por indicación de las hermanas Carmelitas Misioneras, un grupo de religiosas que hasta la fecha custodian el hospital.


Las hermanas relatan que Romero solicitó a la hermana Luz Isabel Cuevas, superiora de la orden de las Carmelitas Misioneras, “un lugar para vivir”. En un principio lo acomodaron atrás del altar principal de la capilla, en un pequeño cuarto donde solo había espacio para una cama y una mesita, pero en vista que el lugar no era digno para un arzobispo, fue reubicado en la casa que hoy es el Centro Histórico Monseñor Romero. En ese lugar, aseguran las hermanas, ocurrió un “milagro” solo tres años después de su muerte.


La madre María Julia García, directora actual del hospital Divina Providencia, cuenta el testimonio que en vida dio la madre Luz Isabel Cuevas, quien, además de ser testigo directo del asesinato de Romero, presenció “el milagro” tres años después del asesinato en el jardín de la casa del arzobispo.


“Después del momento del martirio de monseñor Romero, lo llevan a la Policlínica Salvadoreña, le hacen la autopsia, le sacan las vísceras y esas vísceras, se las entregan a la madre Luz en una bolsa plástica; ella viene a la comunidad y las entierran en un hoyo, ahí en el jardín de la casa habitación de monseñor; a los tres años, ella pensó que las vísceras debían de estar en un lugar más digno. Abren el hoyo, sacan la bolsa y la sorpresa es que encuentran las vísceras intactas, aún conservaban la sangre líquida y eso, incluso, sirvió para iniciar su proceso de canonización, porque sacan una muestra de esa sangre líquida para presentarla a Roma y empezar el proceso. El resto lo sacan en un frasco para enterrarlo en la gruta que se encuentra actualmente en el jardín. Ponen a la Virgen de Lourdes ahí, y hoy es ella la que actualmente custodia las vísceras de monseñor”, relató la madre María Julia García.


Debido a la tensión política que existía en esos años y por la polémica que representaba la figura de Romero, algunos sacerdotes recomendaron a las hermanas Carmelitas no mencionar lo ocurrido para evitar un atentado, puesto que solo habían pasado tres años desde su asesinato y el país vivía una guerra civil. No querían que se interpretara como un intento de mitificar a Romero, por eso callaron. Sin embargo, hoy es una de las historias más destacadas en la casa museo del hospitalito. Hasta hoy, las vísceras de Romero todavía reposan bajo la gruta, a los pies de la Virgen de Lourdes.